22 de
mayo de 1993, 17 horas. 16 jugadores más el staff técnico emprenden su primer
viaje hacia Münich. Cuatro días faltan para la disputa de la final de la Liga
de Campeones. La gloria les esperaba.
Didier Deschamps levanta el trofeo de campeones de Europa. Foto Uefa |
Durante
el camino hacia Alemania, la aspiración de lograr el ansiado título se trasladó
a lo celestial. En mitad del viaje y antes de cruzar la frontera, el autobús
marsellés hizo su primera parada en la basílica de Notre-Dame de la Garde. Allí,
Raymond Goethals, entrenador belga fallecido en 2004 a los 83 años, cogió su mechero y encendió una vela. Sus pupilos, tomaron ejemplo e hicieron lo
propio. El deseo, ganar la Liga de Campeones.
Dos
años después de la gran decepción de Bari, el Olympique y sus seguidores tenían
de nuevo una cita con la historia Europea. El 29 de mayo de 1991, l’OM caía
contra el Estrella Roja de Belgrado en los penaltis, en una final en la que
partían como los grandes favoritos. Además de esta derrota, había que sumar cinco
finales europeas en las que no se consiguió la victoria. Éste era el balance de
los equipos franceses en las competiciones europeas: Stade Reims (1956 y 1959,
Copa de Europa) Saint-Etienne (1976, Copa de Europa), Bastia (1978, Copa de la
Uefa) y Monaco (1992, Recopa).
El
presidente, Bernard Tapie, eligió el Hotel Bachmair en Rottach-Egern para
concentrarse. Una gran finca situada en los pies de los Alpes a 60 km de
Munich. Rudi Völler quien ya había estado allí con la selección alemana,
convenció a Tapie rápidamente. Era el sitio ideal para preparar el encuentro
debido a su tranquilidad. El excéntrico presidente asumía su culpabilidad de
caer en la final de Bari. El hermetismo con el que se fraguó la previa del
partido del 91 se cambió radicalmente. En Múnich, se concentraron también las
mujeres, y los periodistas eran partícipes en todo momento de los eventos del
club.
El día
20 de mayo, a seis días de la final, l’OM disputaba el partido adelantado de la
jornada 36 de Le Championnat en Valenciennes. En el descanso, el conjunto
local optó por sacar a los suplentes. Se comentaba que tres de sus
jugadores: Jacques Glassmann, Jorge Burruchaga y Christophe Robert, habían
“hablado” con Jean-Jacques Eydelie, centrocampista del OM, por órdenes de
Jean-Pierre Bernés, director general del club y brazo derecho de Tapie. El
objetivo, que ellos levantasen el pie a cambio de una jugosa suma de dinero.
Fue Glassmann, quien informó a sus dirigentes de la tentativa de soborno,
reiterando sus acusaciones delante de la prensa a la salida del encuentro. Tras
el 0-1 conseguido por el Marsella ninguno de los jugadores daba credibilidad a las
acusaciones vertidas.
Raymond
Goethals era un tipo muy metódico. Le gustaba estructurar todas las
informaciones en su cabeza. Sin embargo, navegaba entre las órdenes de Tapie y
la confianza en sus jugadores. Según comentaba Rudi Völler, era un auténtico
espectáculo. “Comenzaba a fumar a las ocho de la mañana. Bebía su café mientras
sostenía su cigarrillo, pero era un gran hombre, muy experimentado”. Alen
Boksic, delantero croata, podía ser llamado con cinco o seis nombres distintos.
“No vamos a ganar una Champions League con Bosique”, exclamaba Goethals. Pero,
Boksic se sentía confiado a su lado. “Cuando eras titular con un entrenador así,
te sentías el rey del mundo”.
La
temporada marsellesa fue bastante caótica. La marcha de Papin, Waddle y Mozer,
entre otros, supuso que el equipo anduviese tambaleándose al comienzo de la
temporada. El año anterior caerían eliminados por el Sparta Praga en octavos de
final de la Copa de Europa. Todos los comienzos de liga habían sido últimamente
muy complicados. No solían acabar la temporada con el entrenador con el que la
empezaban.
En
octubre de 1992, encadenarían dos derrotas consecutivas en Le Championnat,
frente a Bordeaux y Nantes, algo bastante inaudito. L’OM era solo quinto en la
clasificación y Jean Fernandez, entrenador por aquel entonces, duraría desde
Julio hasta Noviembre, cuando fue sustituido por Goethals. La derrota en
Nantes, supuso el punto de inflexión para que Tapie explotase.
Tras
este varapalo, se jugaban entrar en la ronda final de la Champions contra el
Dinamo de Bucarest. El día del partido, Tapie cogió a sus discípulos y les
reveló cómo llegar a ser campeón de Europa. Les explicó por qué eran los
mejores en su puesto y por qué no tenían
nada que envidiar a los jugadores de Milan o Barça. L’OM eliminó a los rumanos
(0-0, 2-0) obteniendo el pase a la ronda final.
El
primer partido de la liguilla de grupos se jugaba el 25 de noviembre en Ibrox
Park, frente al Glasgow Rangers. Los franceses consiguieron un empate a dos después
de haber remontado un 2-0 en contra, gracias al magnífico encuentro de la dupla
atacante Boksic-Voller.
Los
Marselleses validarían su billete para
la final gracias a una última victoria en la fase de grupos en Brujas, (1-0),
el 21 de abril. L’OM esperaba su objetivo, verse las caras con el Milan en la
final soñada. La primera versión de la Liga de Campeones hacía honor a su
nombre. Un solo equipo por país participaba y el número de jugadores extranjeros
todavía era limitado, la ley Bosman todavía no había hecho acto de presencia.
El
Olympique de Marsella solo podía contar con tres jugadores extranjeros: Alen
Boksic, Rudi Völler y Abedi Ayew, Pelé. Por el contrario el Milan, contaba con
Papin, Rijkaard y Van Basten, y el holandés Ruud Gullit, quien vería la final
en el palco. Sobre el papel, el Milan era claro favorito, pero ya estaban advertidos
del enorme potencial marsellés.
Los
milanistas después de pasar un periplo sin poder jugar competición europea
salieron fortalecidos. La negación a
terminar el partido precisamente frente al Marsella por un corte de luz en la
Copa de Europa de 1991, supuso una sanción de un año al club rossonero sin
poder jugar en Europa. Sin embargo, los hombres de Fabio Capello arrollaron en
el Calcio, con una marca de 58 partidos consecutivos sin conocer la derrota. En
la Champions, los resultados lo decían todo: 10 victorias en 10 partidos con 23
goles anotados y solo uno en contra. Gran culpable de todo esto fue Marco Van
Basten, quien en esta final jugaría su último partido como futbolista.
La
alineación marsellesa del 93 cambió drásticamente respecto a la del año
anterior. Bernand Casoni perdió la titularidad en el eje de la zaga, además del
brazalete de capitán, en detrimento de un joven de 24 años llamado Didier
Deschamps. En la portería Fabien Barthez relegó a Pascal Olmeta al banquillo. Y
en la delantera Rudi Völler y Alen Boksic harían olvidar a Jean-Pierre Papin.
El
croata no pudo jugar en 1991 por la ley extracomunitaria, pero el estar al lado
de JPP le hizo crecer como jugador. Al año siguiente acabaría siendo máximo
realizador de Le Championnat con 23 goles. La experiencia la pondría Rudi
Völler, el más viejo del lugar con 33 años y 47 goles en 90 partidos con la
selección alemana.
Los
marselleses llegaron una hora antes al encuentro, con una concentración
extraordinaria, apenas se escucharon un par de palabras en el autobús. El
Olímpico de Múnich cita de los juegos Olímpicos del 72 estaba lleno a rebosar.
23.500 aficionados marselleses se habían desplazado hasta Baviera. El viaje en
autobús más la entrada, costaba alrededor de 1.000 francos, es decir, unos 152
euros.
La
tensión crecía en el túnel de vestuarios. Los italianos eran incapaces de mirar
a los ojos a los jugadores marselleses. El rigor, la implicación y la
profesionalidad que les había inyectado Goethals asustaban a cualquier enemigo.
Kurt
Röthlisberger, el árbitro suizo del encuentro, daba el pitido inicial. En los
primeros diez segundos Di Meco cometía una falta sobre Donadoni. El italiano no
dudó en devolvérsela cinco minutos más tarde. En el centro del campo el capitán
del equipo, Didier Deschamps, deambulaba sin apenas partícipe del juego de su
equipo. Fabien Barthez se erigiría como uno de los grandes héroes de la noche.
Gracias a él, la historia pudo siguió el rumbo ideal. En el minuto 17 y en
cuarenta segundos, doble intervención del meta galo, ganándole el pulso a Marco
Van Basten y después a Massaro.
A la media
hora de juego, Eric Di Meco vería la primera cartulina amarilla del encuentro,
tras entrar con los dos pies por delante sobre Albertini. En el banquillo, el
fisio del equipo, Jacques Bailly, se encendía un cigarrillo. Sentado a la
izquierda de Goethals, Jean-Pierre Bernès, director general del OM se
comunicaba por walky-talky con Tapie, situado en la tribuna oficial.
Después
de cuarenta minutos de juego, Basile Boli, se queja airadamente de molestias en
la rodilla. Dice que no puede más, que
necesita el cambio. La información que llega al banquillo, es trasladada a la
tribuna. Tapie indica a Bernès que Boli permanezca en el campo hasta el
descanso, éste se lo transmite a Goethals, quien con el walkie-talkie abierto
critica las órdenes del presidente.
Transcurría
el minuto 44. En el costado derecho Maldini se lanza sobre Pelé y la pelota
sale del terreno de juego. Las protestas milanistas llegan al colegiado, las
imágenes indican que la pelota no había salido, pero el árbitro hace caso omiso
a las peticiones italianas. Abedi Pelé se prepara para sacar el primer córner
del partido para los franceses. El ghanés observa a Boli en el área cubierto
por Baresi y Rijkaard. El francés consigue zafarse de sus marcadores y remata
con la testa al fondo de las mallas. Rossi no puede hacer nada. Los aficionados
del OM explotan de júbilo en las gradas. En antena la voz del fútbol galo,
Thierry Roland, lo festeja “¡Extraordinario cabezazo de mi Basilou!”.
Quedaba
una dura segunda parte para el OM. El cansancio hacía mella en los jugadores.
En el lado milanista Donadoni es sustituido por Papin, quien se volvía a
encontrar con sus antiguos compañeros. Tres minutos más tarde en un choque
fortuito con Lentini, Angloma se fractura la tibia. El lateral es sustituido
por Jean-Phillipe Durand. En el minuto 79, el alemán Rudy Völler dejaba su
sitio al ex jugador del Sochaux Jean-Christophe Thomas. El Milan se iba
apagando. A falta de cinco minutos Eranio sustituía a Van Basten. El colegiado
pitó una última vez. Se acabó. Después de 38 años de espera, el Olympique de
Marsella daba a Francia su primera Copa de Europa de la historia.
L’OM se
marcha a festejar el título a su hotel. Sin embargo, lo que le esperaba en el
aeropuerto de Marignane era increíble. Tras la llegada quedaba el paseo
triunfal hacia el Vélodrome, donde les esperaban los aficionados.
Pero la
euforia no se iba a detener ahí. Dos días más tarde, el 29 de mayo, l’OM se
citaba con el PSG para ponerle colofón a su gran semana. Penúltima jornada de
liga. Los Marselleses si vencían podían ser campeones por quinta vez en su
historia. El ambiente hostil del Parc des Princes que vivieron en la ida no se
vivió en el Vélodrome, donde sí hubo una auténtica fiesta.
Se
adelantó el PSG con un gol de Guerin, pero Völler empataría al instante. Otra
vez, Boli de cabeza ponía por delante a su equipo, y Boksic a falta de quince
minutos para el final sentenciaría el choque. El júbilo era total. Sin embargo,
el viernes cuatro de junio, el presidente de la LNF, Noël Le Graët, denunciaba
a Eydelie como supuesto autor del soborno en el partido frente al Valenciennes.
Habíamos despertado del sueño.
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